sábado, 30 de marzo de 2013

De un maestro como Arlt..

SOLILOQUIO DEL SOLTERON

Me miro el dedo gordo del pie, y gozo.
Gozo porque nadie me molesta. Igual que una tortuga, a la mañana,
saco la cabeza debajo la caparazón de mis colchas y me digo, sabrosamente,
moviendo el dedo gordo del pie:
-Nadie me molesta. Vivo solo, tranquilo y gordo como un archipreste
glotón.
Mi camita es honesta, de una plaza y gracias. Podría usarla sin reparo
ninguno el Papa o el arzobispo.
A las ocho de la mañana entra a mi cuarto la patrona de la pensión,
una señora gorda, sosegada y maternal. Me da dos palmaditas en la espalda
y me pone junto al velador la taza de café con leche y pan con
manteca. Mi patrona me respeta y considera. Mi patrona tiene un loro
que dice: "¡Ajuá! ¿Te fuiste? Que te vaya bien", y el loro y la patrona me
consuelan de que la vida sea ingrata para otros, que tienen mujer y, además
de mujer, una caterva de hijos.
Soy dulcemente egoísta y no me parece mal.
Trabajo lo indispensable para vivir, sin tener que gorrear a nadie, y
soy pacífico, tímido y solitario. No creo en los hombres, y menos en las
mujeres, mas esta convicción no me impide buscar a veces el trato de
ellas, porque la experiencia se afina en su roce, y además no hay mujer,
por mala que sea, que no nos haga indirectamente algún bien.
Me gustan las muchachitas que se ganan la vida. Son las únicas mu-jeres
que provocan en mí un respeto extraordinario, a pesar de que no
siempre son un encanto. Pero me gustan porque afirman un sentimiento
de independencia, que es el sentido interior que rige mi vida.
Más me gustan todavía las mujeres que no se pintan. Las que se lavan
la cara, y con el cabello húmedo, salen a la calle, causando una sensación
de limpieza interior y exterior que haría que uno, sin escrúpulos de ninguna
clase, les besara encantado los pies.
No me gustan los chicos, sino excepcionalmente. En todo chiquillo, casi
siempre se descubren fisonómicamente los rastros de las pillerías de
los padres, de manera que sólo me agradan a la distancia y cuando pienso
artificialmente con el pensamiento de los demás que coinciden en decir:
"¡Qué chicos, son un encanto!", aunque es mentira.
Me baño todos los días en invierno y verano. Tener el cuerpo limpio
me parece que es el comienzo de la higiene mental.
Creo en el amor cuando estoy triste, cuando estoy contento miro a
ciertas mujeres como si fueran mis hermanas, y me agradaría tener el po-
der de hacerlas felices, aunque no se me oculta que tal pensamiento es
un disparate, pues si es imposible que un hombre haga feliz a una sola
mujer, menos todavía a todas.
He tenido varias novias, y en ellas descubrí únicamente el interés de
casarse, cierto es que dijeron quererme, pero luego quisieron también a
otros, lo cual demuestra que la naturaleza humana es sumamente inestable,
aunque sus actos quieran inspirarse en sentimientos eternos. Y por
eso no me casé con ninguna.
Personas que me conocen poco dicen que soy un cínico; en verdad, soy
un hombre tímido y tranquilo, que en vez de atenerse a las apariencias
busca la verdad, porque la verdad puede ser la única guía del vivir
honrado.
Mucha gente ha tratado de convencerme de que formara un hogar; al
final descubrí que ellos serían muy felices si pudieran no tener hogar.
Soy servicial en la medida de lo posible y cuando mi egoísmo no se resiente
mucho, aunque me he dado cuenta que el alma de los hombres está
constituida de tal manera, que más pronto olvidan el bien que se les ha
hecho que el mal que no se les causó.
Como todos los seres. humanos he localizado muchas mezquindades
en mí y más me agradaría no tener ninguna, mas al final me he convencido
que un hombre sin defectos sería inaguantable, porque jamás le daría
motivo a sus prójimos para hablar mal de él, y lo único que nunca se le
perdona a un hombre, es su perfección.
Hay días que me despierto con un sentimiento de dulzura floreciendo
en mi corazón. Entonces me hago escrupulosamente el nudo de la corbata
y salgo a la calle, y miro amorosamente las curvas de las mujeres. Y
doy las gracias a Dios por haber fabricado un bicho tan lindo, que con su
sola presencia nos enternece los sentidos y nos hace olvidar todo lo que
hemos aprendido a costa del dolor.
Si estoy de buen humor, compro un diario y me entero de lo que pasa
en el mundo, y siempre me convenzo de que es inútil que progrese la
ciencia de los hombres si continúan manteniendo duro y agrio su corazón
como era el corazón de los seres humanos hace mil años.
Al anochecer vuelvo a mi cuartujo de cenobita, y mientras espero que
la sirvienta -una chica muy bruta y muy irritable- ponga la mesa, "sotto
voce" canturreo Una furtiva lágrima, o sino Addio del passato o Bei giorni
ridenti… Y mi corazón se anega de una paz maravillosa, y no me arrepiento
de haber nacido.
No tengo parientes, y como respeto la belleza y detesto la des-composición,
me he inscripto en la sociedad de cremaciones para que el día que
yo muera el fuego me consuma y quede de mí, como único rastro de mi
limpio paso sobre la tierra, unas puras cenizas.
                                                                         ROBERTO ARLT...

miércoles, 8 de agosto de 2012

UN AÑO MAS Y SIGUE DOLIENDO..


Hiroshima (Relato del Eternauta)

Hiroshima …!!! Dijo de pronto . Hiroshima
“Yo estuve allí, yo vi lo que pasó”.
Y siguió narrando.
Y o estuve allí. Yo estuve en Hiroshima.
Yo supe lo que iba a pasar. Aunque, desde
luego, no pude hacer nada para evitarlo. Yo estaba
allí, y, a la vez, no estaba.
No preguntes cOmo fue posible, porque no puedo
decirte más.
He conocido los abismos del universo todo.
Ninguno tan vertiginoso, tan atrapante como el horror

El horror de Hiroshima.
Hiroshima, el primer nombre del horror atómico.
Hiroshima, en agosto de 1945, es una ciudad construida
 sobre un delta. Siete ríos la cruzan. Colinas
bajas hacia el este.
Tiene 250.000 habitantes. Típico puerto japonés,
muy laborioso, con cari toda la gente viviendo en un
área reducida, unos 8 kilómetros cuadrados.
Hiroshima, en agosto de 1945, es una de las pocas
ciudades del Japón que ha respetado el "B-San" (El
señor B, en japonés; así llama la gente, con árido humor
, a los B-29, las superfortalezas que, día a día,
arrojan toneladas de bombas sobre las islas). Pero se
descuenta que la suerte de Hiroshima no ha de durar
 Por eso, el alcalde ha ordenado que franjas de
casas sean demolidas, para que el fuego de los in-
incendios no pueda propagarse. Es seguro que habrá
incendios cuando venga "B-San': Porque las casas
son de madera, con techo de tejas.
También ordeno el alcalde que cada casa tenga de-
delante un tanque de cemento lleno de agua, para
combatir el fuego.
Ya ha quedado establecido: Hiroshima será la capital
del imperio si Tokio debe ser evacuado. Los soldados
 cavan refugios, para resistir hasta lo último.
Son los soldados de la 5" divisi0n, la llamada Invencible
de Singapur. Cinco mil de ellos están acuarte-
 en el secular castillo de Chogoku, en el centro
de la ciudad.
Hiroshima, en agosto de 1945, sabe que está en guerra
y hace tiempo espera lo peor.
¿Porqué B-San nos respet8 hasta ahora?", se preguntan


 las gentes. Y se contestan: "Porque nos
reservan algo especial': Aunque Hiroshima, en agosto
de 1945, está cansado de oír rugir los motores de B-
San, de oír la alarma antiaérea. Porque las escuadrillas
de B-San suelen concentrarse todos los días casi
encima de la bahía. Pero B-San no ataca nunca a
Hiroshima, siempre la elude; sigue hacia Tokio, hacia
Yokohama, hacia cualquier otro objetivo. Pero nunca
 visita Hiroshima, aunque está allí, en el fondo de
la bahía.
Hiroshima, el 6 de agosto de 1945, a las 7.15 de la
mañana, oye, una vez más, la alarma antiaérea. Pero
tampoco ahora es la rápida serie de señales que
anunciaría un ataque inminente. Es sólo un largo toque
de sirena, que -todos lo saben- representa una
simple advertencia.
Una simple advertencia como tantas; el radar ha
captado aviones en la bahía; las estaciones cumplen
su deber anunciando que Hiroshima puede ser bombardeada.
A las 8, se sabe que tampoco esta vez B-San piensa
hacer algo contra la ciudad. S81o tres aviones vienen
volando muy alto: una misi8n de reconocimiento,
seguro...
Tan poca importancia se da a aquellos 3 aviones, que
en toda Hiroshima se oye ahora la señal de que el
peligro ha pasado...
Los tres aviones se abren al volar sobre Hiroshima.
Uno de ellos, el del medio, va directamente hacia el
centro de la ciudad.
Es el ENOLA GAY.
Y pasará sobre el castillo de Chogoku.
Hiroshima, 6 de agosto de 1945, ocho horas quince
minutos...
Miles de ojos miran hacia B-San.
Soldados de las baterías antiaéreas, que retienen el
fuego porque saben que a semejante altura los disparos
serían inútiles. Chicos en alguna escuela, contentos
de tener algo para mirar en lugar del siempre
aburrido pizarrón.
Gente en la calle, la que tiene poco apuro, la que

puede perder el tiempo mirando el cielo.
Miles de ojos miran a B-San...
Miles de ojos, que están recibiendo las últimas gotas
de luz.
Un destello vivísimo. iluminando el cielo todo.
Miles de ojos, ya ciegos.
El destello sigue; un golpe de calor brutal, inconcebible.
Y en seguida, un manotazo titánico que arrasa con
todo.
Mama Sato pone sobre la mesa cinco tazones con
arroz y leche.
Cinco tazones para sus cinco hijos; cinco hijos llenos
de risa, porque Mamá Sato siempre les hace chistes.
El desayuno es la hora más feliz para Mamá Sato,
que trabaja en una fabrica.
El resplandor en la ventana, bañando la habitación
con luz crudísima, insoportable.
-¡Un relámpago! -grita, alborozado uno de los chicos.
-¡No puede ser! -grita otro-. ¡Si no hay tormenta!
Se abalanzan hacia la ventana, para ver, pero no llegan.
Una fuerza irresistible los arrebata. Mamá Sato
se siente proyectada a través de la pared, queda
aturdida, apretada por vigas y tablas. Queda aturdida,
pero un grito la hace reaccionar.
-¡Mamá! -Es la vocecita de Tono, el menor.
Enloquecida, Mamá Sato se desembaraza de las tablas.
Una viga le ha herido la pierna, pero no hace
caso; se sigue debatiendo. Por fin, ya está libre.
No ve a los hijos. S81o escombros.
-¡Mamá! -Tono debe de estar allí, bajo ese tabique
roto.
Humo. Olor a madera quemada.
¡fuego!
Mamá Sato trabaja frenética. Los carbones encendidos
de la cocina se han desparramado, han encendido el papel,
 las astillas; ya las llamas crepitan; ya
asoman las lenguas rojizas.
La manito de Tono asoma entre las tablas. Mamá
Sato tira de ella. Por fin lo saca. Tono llora. Esta lastimado
en la cabeza; tiene la ropa hecha jirones, pero
Mama Sato ya lo deja a un lado y sigue removiendo
las tablas. De un lado llega ahora el grito desgarrado
de Shima, la nena mayor; el fuego debe de estar
alcanzándola. Y tres metros mas allá hay otro
llamado, igualmente angustioso.
-¡Mamá, no doy más, mamá! -Es Kaki, el tercero.
¡A quién salvar primero!
Perezoso, el humo se alza en volutas por entre las tablas.
Un sollozo desgarra el pecho de Mamá Sato.
¡A quién salvar primero!
Tira de una viga; debe de estar apretando a los dos.
¿Y los otros? ¡Y Moto! ¡Y Kami! Una bocanada de
aire quemante la lanza hacia atrás. El fuego, avivándose
de pronto, salta ya, envolviendo a todo el montón de escombros.
-¡Mamá! -No se oye nada más: sólo el rugir del incendio.
Mama Sato, abrasadas la cara y las manos, debe retroceder.
Tono, llorando, se le prende a las faldas.
Los soldados de la batería antiaérea miran hacia B-San.
El destello, y ya no ven mas
Los rostros, abrasados por el intensísimo calor, en un instante
quedan convertidos en enormes llagas.
Los ojos, vacíos, sólo líquido en las cuencas vacías.
Los soldados de la batería antiaérea. Dieciocho, veinte años de edad

Nimoto es guarda de tranvía. Acaba de tomar el turno,
 y aprovecha que el vehículo ya esta lleno para
ordenar la planilla.
Como el fogonazo de magnesio de un fot89rafo, el
súbito destello ilumina todo de pronto.
Hay gritos espantados entre los pasajeros. Nimoto
toca la campanilla sin saber por qué. Súbito estruendo
de vidrios rotos. Como embestido de costado por
un tren, el tranvía cae violentamente a un lado.
Nimoto ha perdido el sentido. Cuando vuelve en si,
apenas si oye algún gemido.
Está atrapado entre dos hierros retorcidos. El tranvía
ha sido aplastado a lo largo. No hay casi sobrevivientes.
Son apenas dos o tres los que gimen.
Nimoto trata de soltarse. Debe tener algo roto en la
espalda. Duele mucho la cintura; las piernas no le
responden casi.
El tranvía -lo que queda del tranvía- está medio sepultado
bajo los restos de una casa. Pero Nimoto
puede ver la calle.
Ve, así, el humo.
Ve a varios heridos, semidesnudos y llagados, que
pasan a la carrera. Tropiezan entre los escombros,
pero pasan.
-¡Tasukete ! i Socorro! -llama Nimoto.
Pero ninguno le hace caso; pasan de largo.
Más humo, aire caliente, fragor de llamas que se
vienen.
Nimoto forcejea, pero es inútil; sólo no se soltará nunca.
Más y más humo.
Es el fin.
-¡Tasukete!
Una figura surge de entre el humo.
La figura vacila; por fin, se acerca a Nimoto...
Ya lo ha visto.
Con una mano trata de apartar el hierro que retiene
a Nimoto.
Pero nada.
-¡Usa las dos! -grita desesperado Nimoto.
Ahora puede ver bien al otro. Un golpe de viento

abrió el humo.
Ahora puede verle la sonrisa débil, como de disculpa,
en el rostro chamuscado. Se alza de hombros. No
puede hacer nada. Se va. Tiene una mano útil. La
otra, quemada, es sólo una masa rojiza.
Nimoto queda solo.
-¡Tasukete!
Nadie le responde.
Muy pocos de los sobrevivientes del área céntrica recuerdan
haber oído la explosi8n. Sin embargo, los
que estaban a más de 10 kilómetros dicen que fue
ensordecedora. "La más fuerte que oyeron jamás".
Por entre los escombros que llenan la calle, Manaka,
obrero de una fábrica de colchones, regresa a su casa.
Estaba trabajando en el sótano de la fábrica cuando
la explosión; consiguió, salir, y ahora tiene una rara
sensación de culpa al verse tan ileso entre tanta destrucción,
entre tantos muertos y heridos.
-¡Mizu, Mizu, Agua! -suplican varias voces entre las
ruinas. Pero Manaka no se detiene. Tiene prisa, mucha prisa:
debe buscar a su madre, que queda sola en la casa.
Manaka sabe que hay incendio, sabe que el fuego va
para el lado de su casa. Allí está lo que fue su casa,
un gran montón de vigas, tablas y mamparas.
A un lado, una mujer desnuda, con el cuerpo todo
rojo, ha tenido un vestido floreado y el intenso calor,
concentrado en las partes oscuras, le ha estampado
en el cuerpo las flores del dibujo... No se le ven los
ojos en el rostro desmesuradamente hinchado.
Manaka empieza a trabajar; quizás su madre este
con vida todavía.
-¡Manaka! -alguien lo llama.
Pero la voz muy débil no viene de los escombros.
-¡ Manaka !
¿De dónde viene esa voz? Parece tan cerca.
- Manaka...
El corazón de Manaka se detiene.
La mujer... Si, es ella, su madre.

Al momento de la explosi0n, Hiroshima tenía
250.000 habitantes. Murieron cien mil, hubo otros
tantos heridos. La mayor parte de estos heridos, muchos
gravísimos, quedaron sin atención. Porque de
los 150 médicos que había en la ciudad, murieron
cerca de la mitad; casi todos los de más resultaron
heridos.
Esto fue lo que multiplicó el horror de Hiroshima.
Tantos, tantos quemados, sin atención alguna durante
todo un día y una noche y otro día.
Los que murieron en el primer momento sufrieron
poco o nada. El calvario fue para los que duraron. Hiroshima,
la ciudad de las muertes inenarrables.
-¡Vayámonos, abuela... vayámonos! -la nuera, con
una hijita en brazos que mira indiferente el fuego,
trata de apartar a la anciana.
Pero la señora Agaki no se mueve.
-Es gasolina -dijeron algunos al ver la lluvia-. Han
regado la ciudad con gasolina y prendieron fuego.
Así explicaban lo que no entendían, aquel fabuloso
desastre causado por un solo avión.
Silenciosa procesión de heridos, buscando el refugio
del río.
Ninguno se queja, a pesar de las quemaduras, de las
heridas que siguen sangrando.
Caras que no son caras. Manos que no son manos.
Algunos caen, se dejan morir entre los escombros.
Los demás siguen, el incendio los corre.

El río.
Los salva del fuego, pero la sal del agua es una tortura más.
Cuando suba la marea el agua crecerá.
Muchos de los refugiados se ahogaran.
Tres días después de Hiroshima otro puerto japonés,
Nagasaki, sufría el mismo tratamiento. Nueve días
despues el emperador Hirohito comunicaba a su
pueblo que el Japón estaba vencido. Lo cual justificó
el empleo de la bomba atómica: las bombas arrojadas
sobre Hiroshima y Nagasaki habían acortado
la guerra quizá en varios meses y en varios millones
de vidas.
Así se justifica Hiroshima. ¿Pero se justifica así el hombre?
Pobre raza de victimas, @I ser humano.
Nadie es culpable.
Nadie es culpable en Hiroshima. Todos fueron victimas,
aún los que lanzaron la bomba.
Nadie es culpable en Nuremberg. Todos fueron victimas,
hasta los que encendieron los hornos.
Nadie es culpable en Hungría. Todos son victimas.
Hasta los tanquistas que entraron en Budapest.
Nadie es culpable, todos, todos son victimas.
Raza de victimas, la humanidad.
Pobre, patética raza de victimas, queriendo alcanzar
las estrellas...




Escrito por Héctor Germán Oesterheld
Publicado en Revista el Eternauta
Febrero de 1962

lunes, 6 de febrero de 2012

ALGO, QUE SE YO

ANCAS DE RANA BAJAN POR MI, DEBAJO LA SILLA DE QUE ME PERDÍ. DISUELVO ILUSIONES EN UN CABARET Y CANTO CANCIONES QUE NUNCA ESCUCHE. REALZO IDEAS QUE NO CORROBORE Y SIGO DESPIERTO NO ENTIENDO PORQUE .  DEBAJO DEL LAGO ESTA LA VERDAD IR A BUSCARLA ME PARECE MAL. IGNORO LA FORMA DE PODER RECUPERAR  PERO SIEMPRE ALLÍ ESTA. ANGUSTIA Y DESEO ME LARGO DE AQUÍ CON UN PATRULLERO QUE NUNCA PEDÍ.  AL FONDO DEL LAGO JAMAS LLEGARE Y SIN LA VERDAD QUEDARE.

sábado, 3 de diciembre de 2011

EL AHIJADO (LEV TOLSTOI)

El ahijado
[Cuento. Texto completo]
León Tolstoi
I
Un pobre mujik1 tuvo un hijo. Se alegró mucho y fue a casa de un vecino suyo a pedirle que apadrinase al niño. Pero aquél se negó: no quería ser padrino de un niño pobre. El mujik fue a ver a otro vecino, que también se negó. El pobre campesino recorrió toda la aldea en busca de un padrino, pero nadie accedía a su petición. Entonces se dirigió a otra aldea. Allí se encontró con un transeúnte, que se detuvo y le preguntó:
-¿Adónde vas, mujik?
-El Señor me ha enviado un hijo para que cuide de él mientras soy joven, para consuelo de mi vejez y para que rece por mi alma cuando me haya muerto. Pero como soy pobre nadie de mi aldea quiere apadrinarlo, por eso voy a otro lugar en busca de un padrino.
El transeúnte le dijo:
-Yo seré el padrino de tu hijo.
El mujik se alegró mucho, dio las gracias al transeúnte y preguntó:
-¿Y quién será la madrina?
-La hija del comerciante -contestó el transeúnte-. Vete a la ciudad; en la plaza verás una tienda en una casa de piedra. Entra en esta casa y ruégale al comerciante que su hija sea la madrina de tu niño.
El campesino vaciló.
-¿Cómo podría dirigirme a este acaudalado comerciante? Me despediría.
-No te preocupes de eso. Haz lo que te digo. Mañana por la mañana iré a tu casa, estate preparado.
El campesino regresó a su casa; después se dirigió a la ciudad. El comerciante en persona le salió al encuentro.
-¿Qué deseas?
-Señor comerciante, Dios me ha enviado un hijo para que cuide de él mientras soy joven, para consuelo de mi vejez y para que rece por mi alma cuando me muera. Haz el favor de permitirle a tu hija que sea la madrina.
-¿Cuándo será el bautizo?
-Mañana por la mañana.
-Pues bien, vete con Dios. Mi hija irá mañana a la hora de la misa.
Al día siguiente llegaron los padrinos. En cuanto bautizaron al niño, el padrino se fue y no se supo quién era; desde entonces no lo volvieron a ver más.
II
El niño iba creciendo con gran alegría de sus padres. Era fuerte, trabajador, inteligente y pacífico. Cuando cumplió los diez años, sus padres lo mandaron a la escuela. En un año aprendió lo que otros aprenden en cinco. Y ya no le quedaba nada que aprender.
Cuando llegó la Semana Santa, el niño fue a felicitar las Pascuas de Resurrección a su madrina. Al regresar a su casa preguntó:
-Padrecitos, ¿dónde vive mi padrino? Quiero ir a felicitarlo también.
-No sabemos, hijo querido, dónde vive tu padrino. Esto nos causa profunda tristeza. No lo hemos vuelto a ver desde el día de tu bautizo, no sabemos dónde reside ni si está vivo.
-Padrecitos, déjenme ir a buscarlo -suplicó el niño. Y los padres accedieron.
III
El niño salió de su casa y se fue camino adelante. Anduvo medio día y se encontró con un transeúnte, que le preguntó:
-¿Adónde vas, muchacho?
-He felicitado las Pascuas a mi madrina. También deseaba felicitar a mi padrino, pero mis padres ignoran su paradero. No lo han vuelto a ver desde que me bautizaron ni saben si está vivo. Voy en busca de él.
Entonces el transeúnte dijo:
-Yo soy tu padrino.
El niño se alegró mucho y preguntó:
-¿Adónde vas ahora, padrino? Si te diriges a nuestra aldea, ven a mi casa.
-No tengo tiempo para ir a tu casa; tengo que hacer. Ven a verme tú mañana -le contestó el padrino.
-¿Cómo he de encontrarte?
-Camina de frente hacia el levante. Llegarás a un bosque y, en medio de él, verás una praderita. Siéntate a descansar en ella y observa lo que veas allí. Al salir del bosque encontrarás un jardín que rodea una casita con tejado de oro. Aquélla es mi casa. Acércate a la verja. Yo saldré a recibirte.
Diciendo esto, el padrino desapareció.
IV
El niño se puso en camino tal como se lo había ordenado su padrino. Anduvo, anduvo, atravesó un bosque y llegó a una praderita. Allí vio un pino en una de cuyas ramas pendía un tronco de roble atado con una cuerda. Debajo del tronco había una artesa llena de miel. El niño se puso a pensar qué significaba todo aquello. Entonces se oyeron chasquidos y apareció una osa seguida de cuatro oseznos. La osa olfateó y se dirigió hacia la artesa; introdujo el hocico en la miel y llamó a sus pequeños. Éstos se lanzaron hacia la artesa. El tronco osciló levemente, empujando a los oseznos. Al ver esto, la osa dio un empellón al tronco. Este osciló y volvió a golpear a los ositos, que lanzaron un gemido y salieron despedidos. La osa gruñó y, agarrando el tronco, lo arrojó lejos de sí. El tronco salió volando muy alto por los aires. Entonces, el mayor de los ositos corrió a la artesa; los demás quisieron seguir su ejemplo, pero aun no les había dado tiempo de llegar, cuando el tronco volvió a su posición normal, matando al osito. Gruñendo, la osa lanzó el tronco hacia arriba con todas sus fuerzas. El tronco llegó muy alto, por encima de la rama de la que estaba colgado, con lo que se aflojó la cuerda. Entonces la osa y los pequeños corrieron de nuevo a la artesa. Pero, a medida que el tronco volvía a su posición normal, iba adquiriendo más velocidad. Golpeó en la cabeza a la osa y la mató. Entonces, los oseznos salieron huyendo.
V
Muy sorprendido, el niño siguió su camino y llegó a un espacioso jardín, donde se alzaba la casa con tejado de oro. Junto a la verja se hallaba su padrino, sonriéndole. Ni en sueños había visto el niño la belleza y la alegría que reinaba en aquel jardín.
El padrino lo condujo a la casa, aún más regia que el jardín, y le enseñó sus magníficas y alegres habitaciones. Luego, llevándolo junto a una puerta sellada, le dijo:
-¿Ves esta puerta? No tiene candado, tan sólo está sellada. Podrías abrirla, pero no quiero que lo hagas. Instálate aquí, pasea y haz lo que quieras. Disfruta de todo esto, pero sólo te encargo una cosa: no traspases esta puerta. Y si lo hicieras, recuerda lo que viste en el bosque.
Diciendo esto, el padrino se marchó. El ahijado se sentía alegre y satisfecho. Habían transcurrido ya treinta años desde que estaba allí, pero él se imaginaba que sólo habían sido tres horas. Y entonces se acercó a la puerta sellada y pensó: «¿Por qué me habrá prohibido mi padrino entrar en esta habitación? Voy a ver lo que hay dentro de ella».
Empujó la puerta y entró. Pudo comprobar que aquella era la habitación mejor y más espaciosa de toda la casa. En el centro había un trono de oro. El ahijado recorrió la sala, se acercó al trono, subió las gradas y tomó asiento. Entonces vio que junto al trono había un cetro. Lo tomó en las manos y en el mismo instante se derrumbaron las cuatro paredes, dejando al descubierto al mundo entero. Ante él, divisó el mar y los buques navegando. A la derecha, vio unos pueblos desconocidos habitados por gente no cristiana. A la izquierda vivían cristianos, pero no eran rusos. Y, finalmente, detrás de él se veía el pueblo ruso.
-Voy a ver lo que ocurre en mi casa. ¿Habrá sido buena la cosecha? -se dijo mirando en dirección a las tierras de su padre. Empezó a contar las gavillas para saber si habían recogido mucho trigo, cuando vio avanzar un carro guiado por un mujik. Era el ladrón Vasili Kudriashov, que se dirigía al campo a robar las gavillas.
Irritado, el ahijado gritó:
-Padrecito, están robando el trigo.
El padre se despertó. «He soñado que están robando en nuestro campo, voy a verlo», pensó, y, montando un caballo, se dirigió a sus tierras.
Al llegar, descubrió a Vasili y llamó a los campesinos en su ayuda. Azotaron a Vasili y, maniatado, lo condujeron a la cárcel.
El ahijado miró a la ciudad donde residía su madrina. Ésta se había casado con un comerciante. Se hallaba durmiendo y, mientras, su marido se dirigía a casa de su amante. El ahijado le gritó a su madrina:
-¡Levántate, que tu marido está haciendo cosas malas!
La mujer se levantó, fue en busca de su esposo, lo avergonzó y lo echó de su lado.
Después, el ahijado miró a su casa. Su madre dormía sin darse cuenta de que se había introducido en la isba un ladrón, que estaba forzando un baúl. Entonces la madre se despertó y dio un grito. El malhechor se abalanzó sobre ella blandiendo un hacha.
Sin poderse contener, el ahijado lanzó el cetro y le dio en la sien al ladrón, matándolo en el acto.
VI
En aquel instante se volvieron a cerrar las paredes, quedando la sala como antes. Entonces se abrió la puerta y apareció el padrino. Se acercó a su ahijado, lo tomó de la mano y, bajándolo del trono le dijo:
-No has cumplido mi orden. Lo primero que has hecho mal fue abrir esta puerta; lo segundo subir al trono y lo tercero añadir mucho mal al mundo. Permaneciendo media hora más en el trono, hubieras echado a perder medio mundo.
El padrino sentó luego al ahijado en el trono y cogió el cetro. Otra vez se derrumbaron las paredes y se vio todo lo que ocurría por el mundo.
El padrino dijo:
-Mira lo que le has hecho a tu padre. Vasili ha estado un año en la cárcel, con lo que se ha exasperado aún más. Ves, ha dejado escapar dos caballos de tu padre y está incendiando su granja. Esto es lo que has conseguido.
Después, el padrino mandó a su ahijado que mirara en otra dirección.
-Ya hace un año que el marido de tu madrina ha abandonado a ésta. Su amante ha desaparecido y él se ha marchado por ahí con otras mujeres. Tu madrina se ha entregado a la bebida a causa de su pena -dijo el padrino, y le mandó al ahijado que mirase hacia su casa.
Entonces, éste vio a su madre que lloraba, arrepentida de sus pecados, diciendo:
-Mejor sería que me hubiese matado el bandido, no habría yo pecado tanto.
-He aquí lo que has hecho a tu madre.
Y el padrino le mandó al ahijado que mirase hacia abajo. Allí vio al bandido en el purgatorio.
Después, el padrino dijo:
-Este malhechor ha asesinado a nueve personas. Debía de haber redimido sus pecados, pero al matarlo, los has tomado sobre ti. Ahora eres tú quien debe dar cuenta de sus pecados. He aquí lo que te has buscado. La osa empujó por primera vez el tronco de roble y con ello sólo molestó a los oseznos, lo empujó por segunda vez y mató al mayor de ellos y, cuando lo hizo por tercera vez, halló la muerte. Lo mismo has hecho tú. Te doy treinta años de plazo. Vete por el mundo a redimir los pecados del bandido. Si los redimes, tendrás que ocupar su puesto.
El ahijado preguntó:
-¿Cómo puedo yo redimir sus pecados?
-Cuando hayas aniquilado tanto mal en el mundo como el que has hecho, entonces habrás redimido tus pecados y los de ese hombre.
-¿Y cómo aniquilar el mal? -volvió a inquirir el ahijado.
-Camina en línea recta, en dirección al levante hasta que llegues a un campo. Observa lo que hacen los hombres y enséñales lo que sepas. Luego sigue tu camino, observando lo que veas. Al cuarto día de marcha, llegarás a un bosque donde hay una ermita. En ella vive un ermitaño, cuéntale todo lo que hayas visto y él te enseñará lo que debes hacer. Cuando cumplas todo lo que te mande el ermitaño, habrás redimido tus pecados y los del bandido.
Diciendo esto, el padrino acompañó a su ahijado hasta la verja del jardín y le despidió.
VII
El ahijado se puso en camino, pensando: «¿Cómo destruiré el mal? ¿Qué debo hacer para aniquilarlo sin tomar sobre mí los pecados de los demás?». Meditó sobre esto, mas no pudo llegar a ninguna conclusión.
Anduvo mucho y llegó a un campo. El trigo estaba muy crecido y granado, a punto ya para segarlo. Una ternera había entrado en el sembrado y los campesinos, montados, la perseguían de un lado para otro. La ternera se disponía a saltar fuera del trigo pero, asustándose de los hombres, volvía a meterse en el campo. Y de nuevo la perseguían los aldeanos. Junto a la vereda, una mujer lloraba y decía:
-Van a agotar a mi ternera.
Entonces, el ahijado les dijo a los campesinos:
-¿Por qué obran así? Salgan todos fuera del trigo y que la mujer llame a la ternera.
Los campesinos obedecieron. La mujer se acercó al sembrado y se puso a llamar a la ternera. El animal irguió las orejas, permaneció un rato escuchando y salió corriendo hacia su ama. Todos se alegraron mucho.
El ahijado siguió su camino, pensando: «Ahora veo que el mal se multiplica con el mal. Cuanto más se le persigue, tanto más se difunde. Pero lo que no sé es cómo se podría destruir. La ternera ha obedecido a su ama, pero si no lo hubiera hecho, ¿cómo hacerla salir del trigo?».
Por más que meditó sobre esto, no llegó a ninguna conclusión y siguió camino adelante.
VIII
El ahijado anduvo mucho hasta que llegó a una aldea. En una isba, donde sólo había una mujer que estaba fregando, pidió permiso para pernoctar.
Se instaló en un banco y observó a la dueña de la isba. Había terminado de fregar el suelo y se puso a limpiar la mesa. La frotaba sin conseguir dejarla limpia, pues el paño que utilizaba estaba sucio.
El ahijado preguntó:
-¿Qué haces, mujer?
-¿No ves que estoy limpiando en víspera de las fiestas? Pero no hay manera de dejar limpia esta mesa, estoy completamente agotada.
-Debes aclarar antes el paño.
La mujer obedeció y no tardó en dejar limpia la mesa.
-Gracias por haberme enseñado -dijo.
A la mañana siguiente, el ahijado se despidió y emprendió de nuevo la marcha. Anduvo mucho hasta que llegó a un bosque. Allí vio a varios hombres que estaban curvando unos arcos. Al acercarse, se dio cuenta de que los hombres daban vueltas, pero los arcos no se curvaban. Se les movía el banco, pues no estaba fijado. Entonces, les dijo:
-¿Qué hacen, muchachos?
-Estamos curvando arcos. Los hemos remojado dos veces ya, nos hemos extenuado sin haber logrado curvarlos.
-Deben fijar el banco.
Los mujiks obedecieron y entonces se les dio bien el trabajo. El ahijado pernoctó con ellos y, después, siguió su camino. Anduvo durante todo el día y toda la noche. Al amanecer, llegó a un lugar donde se hallaban unos pastores. Se detuvo a descansar junto a ellos. Los pastores, que ya habían recogido el ganado, trataban de encender una hoguera. Encendieron unas ramas secas y, antes de que se hubieran prendido, echaron encima ramas húmedas, con lo cual apagaron el fuego. Varias veces trataron de encender la hoguera del mismo modo, sin conseguirlo.
Entonces les dijo el ahijado:
-No se apresuren tanto en echar las ramas húmedas, esperen primero a que se prendan bien las secas. Entonces podrán echar las húmedas, que también se prenderán.
Los pastores hicieron lo que les aconsejaba el ahijado y entonces se les prendió la hoguera. Después de permanecer un rato con ellos, el ahijado volvió a ponerse en camino. Iba pensando qué significaba lo que había visto, pero no llegó a entenderlo.
Después de caminar todo el día, llegó a otro bosque donde había una ermita. Se acercó y llamó a la puerta. Alguien preguntó desde dentro:
-¿Quién es?
-Un gran pecador que va a redimir los pecados de sus semejantes.
Salió el ermitaño y le hizo varias preguntas.
El ahijado le relató todo lo que le había ocurrido desde que se encontró con su padrino.
-He comprendido que no se puede aniquilar el mal por medio del mal, pero no llego a entender cómo debe destruirse.
Entonces le dijo el ermitaño.
-Dime lo que has visto en el camino.
El ahijado le relató todo lo que había visto hasta llegar allí.
El ermitaño le escuchó atentamente. Después entró en la ermita y salió trayendo un hacha.
-Vámonos -dijo.
Llegaron hasta un árbol y el ermitaño, mostrándoselo al ahijado, le ordenó:
-Tala este árbol.
Dando varios hachazos, el ahijado derribó el árbol.
-Pártelo en tres -dijo el ermitaño.
El ahijado cumplió la orden. Entonces, el ermitaño entró en la ermita y salió de nuevo trayendo fuego.
-Quema estos tres troncos.
El ahijado los prendió y los troncos ardieron hasta convertirse en tizones.
-Ahora planta estos tizones.
El ahijado hizo lo que le mandaban.
-¿Ves el río que corre al pie de esta montaña? Tienes que regar estos tizones, trayendo en la boca el agua. Riega el primero, el segundo y el tercero, lo mismo que le enseñaste a la mujer, a los artesanos y a los pastores lo que debían hacer. Cuando estos tizones crezcan y se conviertan en manzanos, sabrás cómo aniquilar el mal y redimirás los pecados.
X
El ahijado se fue hacia el río. Se llenó la boca de agua, regó un tizón, volvió al río y luego regó los otros dos. Sintiéndose cansado y hambriento, se dirigió a la ermita para pedir algún alimento al ermitaño, pero al entrar en ella, lo halló muerto. El ahijado encontró unos mendrugos de pan y se los comió; luego buscó una azada y fue a cavar una fosa para enterrar al viejo. De noche regaba los tizones y, durante el día cavaba la fosa. Cuando estuvo preparada la fosa y el ahijado se disponía a enterrar al ermitaño, llegaron las gentes de la ciudad, trayendo alimentos para el viejo.
Entonces se enteraron de que éste había muerto, dejando en su puesto al ahijado. Dieron sepultura al ermitaño, le dejaron pan al ahijado y, prometiendo traerle más, se fueron.
El ahijado se quedó a vivir en el puesto del viejo. Cumplía lo que aquél le había mandado. Regaba los tres tizones trayendo el agua en la boca y se alimentaba con las limosnas de la gente.
Así transcurrió un año. Corrieron rumores de que en el bosque vivía un santo varón que redimía sus pecados. Mucha gente visitaba al ahijado; también solían ir a verlo comerciantes ricos que le llevaban obsequios. El ahijado tomaba tan sólo lo que necesitaba y repartía lo demás entre los pobres.
Desde entonces, el ahijado dedicaba medio día a regar los tizones y la otra mitad, a recibir a la gente y descansar.
Pensaba que cuando le habían mandado vivir así, era ésta la manera de redimir los pecados y de destruir el mal.
Así transcurrió otro año; el ahijado no dejó de regar ni un solo día, pero los tizones no crecían.
Una vez oyó que cabalgaba un hombre entonando una canción. Salió a ver quién era. Montando un hermoso caballo con buena silla, se acercaba un hombre joven, fuerte y bien vestido.
El ahijado le detuvo y le preguntó quién era y adónde se dirigía.
-Soy un malhechor, asalto a la gente por los caminos; cuantas más personas mato, tanto más alegres son mis canciones.
El ahijado se horrorizó y pensó: «¿Cómo aniquilar el mal en semejante hombre? Me resulta fácil convencer a las personas que vienen a verme, pues se arrepienten por sí mismas. En cambio, este hombre se jacta del daño que hace».
Sin pronunciar ni una palabra más, el ahijado se apartó del bandido, mientras pensaba: «¿Qué hacer? Si este hombre se aficiona a venir por aquí, asustará a las gentes y éstas dejarán de visitarme. Con ello se verán perjudicadas y además, ¿de qué viviré yo?»
Entonces se dirigió al bandido, diciéndole:
-Las gentes que vienen aquí no se jactan del mal que han hecho, vienen a arrepentirse y a rezar por sus pecados. Arrepiéntete también, si temes a Dios. Pero si no quieres hacerlo, márchate y no vuelvas por aquí. No me turbes ni asustes a la gente. Si no obedeces, te castigará Dios.
El bandido se echó a reír.
-No temo a Dios ni te obedeceré. Tú no eres quién para mandarme. Te alimentas por medio de tus oraciones y yo por medio del robo. Todos tenemos que comer. Predica a las mujeres que vienen a verte; a mí no tienes que enseñarme nada. Por haberme hablado de Dios, mañana mataré a dos personas más. También te mataría a ti, pero no quiero mancharme las manos. No vuelvas a ponerte ante mi vista desde ahora en adelante.
XI
Un día, después de haber regado los tizones, el ahijado se hallaba descansando en la ermita. Miraba al sendero esperando ver aparecer a la gente. Pero aquel día nadie lo visitó. El ahijado permaneció solo hasta la noche. Se sintió invadido por la tristeza y meditó sobre su vida. Recordó que el bandido le había reprochado que sus oraciones le sirvieran de medio para sustentarse. «No vivo según me ha ordenado el ermitaño. Me ha impuesto una penitencia para redimir los pecados, en cambio yo obtengo beneficios de ella y hasta he llegado a hacerme célebre. Cuando estoy solo me aburro y si viene gente a visitarme, lo único que me alegra, es que difunden mi santidad. No es así como debo vivir. Aun no he redimido los antiguos pecados y ya he cometido otros nuevos. Me iré a otro lugar del bosque para que la gente no me encuentre. Iniciaré una vida nueva para redimir los antiguos pecados y no cometer otros nuevos». Entonces tomó un zurrón con mendrugos de pan y una azada para construirse una choza en un lugar solitario. Cuando iba camino adelante, vio al bandido que venía a su encuentro. Atemorizado, quiso huir, pero el bandido lo alcanzó y le preguntó:
-¿Adónde vas?
El ahijado le contó que deseaba ocultarse de la gente, estableciéndose en un lugar solitario.
El malhechor se sorprendió:
-¿Con qué te vas a sustentar si deja de visitarte la gente?
El ahijado ni siquiera había pensado en esto.
-Me alimentaré con lo que Dios me mande -le respondió.
El bandido prosiguió su camino.
«No le he dicho nada acerca de su vida. Tal vez se arrepienta ahora. Hoy parece estar de mejor talante. No me ha amenazado con matarme» -pensó y le gritó:
-Debías arrepentirte. No podrás huir de Dios.
El malhechor volvió grupas, sacó un puñal y lo blandió. El ahijado huyó bosque adentro. El bandido no le persiguió, sólo le dijo:
-Viejo, te he perdonado dos veces. No te presentes ante mí por tercera vez, pues te mataré.
Al decir esto, desapareció.
Por la noche, el ahijado fue a regar los tizones y vio que uno de ellos había retoñado.
XII
El ahijado vivió solitario, sin ver a nadie. Se le acabaron los mendrugos. «Ahora comeré raíces», pensó.
En cuanto se puso a buscar raíces, vio una bolsita con mendrugos de pan colgada de una rama. Cogió la bolsa y se alimentó con aquellos mendrugos. Cuando se le terminaron, halló otra bolsa con pan en la misma rama. Allí vivía el ahijado. Sólo tenía un motivo de sufrimiento: su temor al bandido. En cuanto lo oía cabalgar, se escondía, pensando: «Me matará sin darme tiempo de redimir los pecados».
De este modo transcurrieron diez años. El manzano crecía y los otros dos tizones seguían en el mismo estado.
Un día, después de regar el manzano y los tizones, el ahijado se sentó a descansar. «He pecado temiendo morir. Si Dios lo dispone así, redimiré los pecados por medio de la muerte», pensó, y al punto oyó que venía el malhechor lanzando invectivas. «Lo bueno y lo malo sólo me puede venir de Dios», se dijo el ahijado, y fue al encuentro del bandido. Éste no venía solo: en su caballo traía a un hombre amordazado y maniatado. El ahijado detuvo al malhechor:
-¿Adónde llevas a este hombre?
-Al bosque. Es el hijo de un comerciante. No quiere revelarme dónde guarda su padre el dinero. Lo azotaré hasta que me lo diga.
Diciendo esto, el bandido se disponía a seguir adelante. Pero el ahijado se lo impidió, asiendo las bridas del caballo.
-¡Suelta a este hombre!
El malhechor se irritó e hizo ademán de pegar al ahijado.
-¿Quieres correr la misma suerte que él? Ya te he dicho que te voy a matar. ¡Suelta el caballo!
Pero el ahijado permaneció impávido.
-No me impones, sólo temo a Dios. Deja en paz a este hombre.
El bandido se entristeció. Sacó un puñal y, cortando las cuerdas, dejó en libertad al hijo del comerciante.
-Márchense los dos y no se vuelvan a poner ante mi vista -dijo.
El hijo del comerciante saltó del caballo y echó a correr.
El bandido iba ya a reemprender la marcha, pero el ahijado lo retuvo y le aconsejó que cambiara de manera de vivir.
El malhechor lo escuchó en silencio, alejándose sin proferir palabra. A la mañana siguiente, el ahijado vio que había retoñado el segundo tizón.
XIII
Transcurrieron otros diez años. El ahijado no deseaba nada. No temía a nadie y en su corazón reinaba la alegría. «¡Qué bienestar tan grande concede Dios a los hombres! En vano se atormentan. Podrían vivir felices», se decía. Y recordó todo el mal de la humanidad. Y se compadeció de los hombres. «Hago mal en vivir así; es necesario ir a decir a los hombres lo que sé» -pensó.
Y entonces oyó que venía el bandido. Lo dejó pasar de largo. «No merece la pena de hablar con él, ni siquiera me entenderá». Pero después cambió de parecer. Alcanzó al bandido, que cabalgaba triste, mirando hacia el suelo. Lo contempló y se apiadó de él.
-Hermano querido, ¡compadécete de tu alma! No olvides que llevas en ti el soplo divino. Sufres, atormentas a tus semejantes y has de padecer aún más. ¡Dios te quiere tanto! No te pierdas, hermano. ¡Cambia tu vida! -exclamó el ahijado asiendo por una rodilla al malhechor.
Éste frunció el ceño y, volviéndose, dijo:
-¡Déjame!
El ahijado sujetó con más fuerza al bandido y se deshizo en lágrimas.
-Viejo, me has vencido. He luchado contra ti durante veinte años, pero has podido conmigo. Haz de mí lo que desees. Ya no tengo poder sobre ti. La primera vez que has tratado de convencerme tan sólo lograste irritarme. He meditado sobre tus palabras cuando supe que te habías apartado de la gente y que nada necesitabas de los hombres. Desde entonces, yo te ponía los mendrugos en la rama del árbol.
El ahijado recordó en aquel momento que la mujer sólo logró limpiar la mesa una vez que hubo aclarado el paño. Cuando él dejó de preocuparse de sí mismo, purificó su corazón y comenzó a purificar los de sus semejantes.
-Mi corazón se conmovió al ver que no temías a la muerte -prosiguió el bandido.
El ahijado recordó entonces que los artesanos sólo pudieron curvar los arcos cuando fijaron el banco. Cuando él dejó de temer a la muerte afianzó su vida en Dios y venció un corazón invencible.
-Mi corazón se dulcificó solamente cuando te compadeciste de mí y te echaste a llorar.
Invadido por la alegría, el ahijado llevó al bandido al lugar donde estaban plantados los tizones. También el tercero se había convertido en un manzano. Entonces recordó el ahijado que los pastores sólo consiguieron prender las ramas mojadas cuando el fuego estuvo bien encendido. Cuando se inflamó su corazón, se dulcificó el del malhechor.
Fue inmensa la alegría del ahijado cuando comprendió que había redimido los pecados que pesaban sobre él.
Después de relatar su vida al bandido, el ahijado murió. El malhechor le dio sepultura y, redimido, comenzó a vivir según le había dicho el ahijado, enseñando a las gentes.
FIN

lunes, 28 de noviembre de 2011

MI QUERIDO BAR HA CERRADO

HAS CERRADO TUS PUERTAS, BAR QUERIDO. PERO ME QUEDA EL RECUERDO DE TODOS ESOS GRATOS MOMENTOS VIVIDOS. LA PASIÓN EN LOS DEBATES. EL RECUERDO DE TUS PAREDES AZULES. Y LA COMPAÑÍA, SIEMPRE GRATA DE MIS INTERLOCUTORES. RECORDARE EL PERFUME DEL AMBIENTE, LAS TASAS OPACAS YA DE TAN USADAS, PERO CON MAS DE MILES DE HISTORIAS EN ELLAS. TE RECORDARE CON EL CARIÑO Y AMOR QUE SE LE TIENE A UN HERMANO. Y COMO NO RECORDARTE VIEJO OMAR, MOZO, MESERO PSICÓLOGO, CARTERO, CONSEJERO, AMIGO, HERMANO DE LA VIDA. NUNCA DEJARE DE AGRADECERTE LAS VECES QUE ME PASABAS DATOS DE ALGUNA CHICA QUE ME HABRÍA ESTADO BUSCANDO. O LOS RECADOS Y CARTAS DE AMOR Y CARIÑO QUE DESLIZABAS CON LOS PEDIDOS CUAN CUPIDO, SU ARMA NO ES EL ARCO Y LA FLECHA, SOS UN CUPIDO CON BANDEJA. CUANTAS VECES ME AYUDASTE A ROMPER EL HIELO CON ALGÚN DATO. PERO ES NECESARIO QUE NO ESTÉS AS BAR QUERIDO. POR LO MENOS POR UN TIEMPO QUIZÁS. EXTRAÑARE LAS TARDES Y SOBRE TODO LAS NOCHES EN LAS QUE HABLAMOS DE LA VIDA. ESPERO QUE SEA POR POCO TIEMPO. QUE PUEDAS VOLVER A REABRIR TUS PUERTAS. MI CORAZÓN, ESTARÁ TRISTE SIN TI. GRACIAS POR TODOS LOS MOMENTOS, LAS RISAS, LOS FAVORES Y LA ALEGRÍA. NO SERA LO MISMO SIN VOS LO SABES BIEN.. UN ABRASO FRATERNO    

jueves, 6 de octubre de 2011

NEBUR EL HIJO DEL JEFE - NOTICIAS DEL LEÓN DORADO- LLEGANDO AL DIA 13

DOS DÍAS HAN PASADO, DESDE QUE SALÍ DE LA ALDEA. EL ANCIANO CUMPLIÓ SU PROMESA. PERO ANTES CONTARE. 
A LA MAÑANA SIGUIENTE, NOS LEVANTAMOS CON LA INTENSIÓN INDAGAR A LOS PRISIONEROS, PERO SOLO ENCONTRAMOS ARREPENTIMIENTO. ERAN UNOS 12 HOMBRES, VIÉNDOLOS BIEN AHORA, DE MUY BUEN PORTE Y BUENOS MODALES (NO PARECÍAN  EMBAUCADORES), CUANDO ENTRAMOS A LA HABITACIÓN DONDE ESTABAN PRISIONEROS, SE PUSIERON DE RODILLA PIDIENDO DISCULPAS, AL TIEMPO QUE EXPLICABAN QUE LO HABÍAN HECHO  POR HAMBRE. PREGUNTE SORPRENDIDO ¿  12 HOMBRES SALUDABLES DEBIERON ESTAFAR A UNOS ALDEANOS POR HAMBRE?.
SI, DIJO, DEJE QUE LE CONTEMOS NUESTRA HISTORIA, SOMOS LOS SOBREVIVIENTES DE UNA ALDEA QUE ESTABA EN LOS LIMITES DE LAS TIERRA DEL GRAN JEFE JASPER, NUESTRA ALDEA FUE DESBASTADA POR LOS BÁRBAROS DEL ESTE, Y NOSOTROS 12 SOMOS LOS ÚNICOS SOBREVIVIENTES A ESA LUCHA, ANTE TI ESTÁN LOS GUARDIANES DE LA ALDEA. COMO NO PUDIMOS RECUPERAR NADA NI SIQUIERA AUXILIAR A NUESTRO JEFE , LAS PERSONAS DE LAS ALDEAS VECINAS NOS SEÑALABAN COMO DE MAL AUGURIO ALGUNAS Y OTRAS DE QUE  HABÍAMOS ENTREGADO A NUESTRA GENTE POR NUESTRAS VIDAS. LA VERDAD ES QUE SOLO FUIMOS DESCUIDADOS, PERSEGUIMOS A UN GRUPO DE ATAQUE, QUE NOS LLEVO HACIA LAS MONTAÑAS PENSANDO QUE ERAN LOS ÚNICOS ATACANTES PERO HABÍA OTRO GRUPO QUE DESTROZO TODO, LO ÚNICO QUE DEJARON FUERO HUESOS CALCINADOS.
POR ESO PASAMOS SEMANAS SIN COMER PORQUE EN NINGUNA ALDEA SE NOS ACEPTABA, NI AUXILIABA.  POR ESO CAÍMOS TAN BAJO, COMO PARA ESTAFAR A ESTA BUENA GENTE. PERO SI, NOS DEJAN SEREMOS CAPACES DE PAGAR TODO LO QUE TOMAMOS, CON EL SUDOR DE NUESTRA FRENTE. SOLO QUEREMOS QUE NOS ACEPTEN.
ASÍ, QUE SON GUERREROS EXPERIMENTADOS, DIJE. BUENO, USTEDES NO SE PUEDEN QUEDAR ACÁ DIJE CON VOZ MARCIAL. LA CARA DE DESOLACIÓN DE ESOS HOMBRES ERA INCREÍBLE. PEDÍ A LOS ALDEANOS QUE SALGAN (TODO HACIA VER COMO QUE LOS IBA A SACRIFICAR). BUENO, DIJE, ME PRESENTO SOLO ANTE USTEDES PORQUE A PARTIR DE AHORA, Y COMO YA HECHO SU JEFE, ME JURARAN LEALTAD. MI NOMBRE ES NEBUR HIJO SEGUNDO DEL JEFE JASPER QUE HABÉIS NOMBRADO USTEDES. SOY EL HEREDERO DEL EJERCITO DE LA ALIANZA, ESTOY EN VIAJE SECRETO, PARA MEJORAR MIS HABILIDADES. QUIERO QUE USTEDES SEAN MIS CAPITANES. LA BATALLA YA SABEN CONTRA QUIEN SERA, ¿NO?. 
AL ESCUCHAR ESTO, SE PUSIERON DE RODILLAS, Y LLORANDO DE EMOCIÓN SE GRITARON LO JURAMOS, SEÑOR. ¿QUE DEBEMOS HACER? 
LE DARÉ UNA CARTA, IRÁN A LA ALDEA DE JASPER Y DIRÁN QUE YO LOS MANDO Y MOSTRARAN ESTA CARTA Y ESTE SELLOS. Y SE PONDRÁN EN CONTACTO CON MI PADRE Y HERMANO ELLOS SABRÁN QUE HACER. 
LES PEDIRÉ A LOS ALDEANOS QUE LES DEN ALGO DE COMER PARA EL VIEJE PARTAN AHORA MISMO. SI MI SEÑOR DIJERON. ¿NO HACE FALTA QUE LES DIGA QUE ES UN SECRETO?. NO SEÑOR DIJERON.

AL SALIR EL ANCIANO ME LLAMO Y ME DIJO "TE LA TENIAS BIEN GUARDAD ESA CARTA, JAJAJA" SHHHH LE DIJE. Y SONRIEO.
BUENO ES TIEMPO QUE CUMPLA MI PROMESA DIJO EL ANCIANO HOMBRE, TE LO MERECES. A DÍA Y MEDIO DE CAMINATA DE AQUÍ. HAY UNA MONTAÑA DE UN COLOR DORADO. EN LA SIMA DE ELLA HAY UNA CUEVA, A LA QUE CASI NADIE PUDO LLEGAR, SE DICE QUE EN ELLA ESTA LA RELIQUIA DEL LEÓN DORADO, DICEN QUE ES UNA DE LAS MAS PODEROSAS Y QUE SI TE ELIJE TE COLMARA DE SABIDURÍA. GRACIAS BUEN AMIGO DIJE, TE CONTARE A TI NADA MAS, MI VIAJE ES PARA ENCONTRAR LA GEMA DE LA SONRISA FUCSIA. A BUENO DIJO, ESTAS DESTINADO A LO GRANDE. RESPONDÍ ESO DICEN, PERO DEBO RECOLECTAR CUANTA RELIQUIA PUEDA. GRACIAS POR LA INFORMACIÓN. LUEGO COMIMOS TODOS JUNTOS Y PARTIMOS EN BUSCA DE NUESTROS DESTINOS, NO SE CUAL SERÁN PERO SEGUIREMOS ADELANTE ....  

martes, 4 de octubre de 2011

NEBUR EL HIJO DEL JEFE DÉCIMO DÍA

DESPUÉS DE HABER DESCUBIERTO LOS SECRETOS DE LOS MAL VIVIENTES, VOLVÍ  A LA CASA DE MIS BENEFACTORES, JUNTE ALGUNAS FRUTAS EN EL BOSQUE Y ALGUNAS HIERVAS QUE ME SERIAN DE UTILIDAD. CUANDO LLEGUE, ME ACERQUE AL ANCIANO; QUE A ESTAS ALTURAS SE QUE SE LLAMA, RIOU EXTRAÑO NOMBRE; Y LE SUSURRE QUE MAÑANA TODO CAMBIARÍA. SE SONRIÓ IRÓNICAMENTE. COMÍ CON LA FAMILIA COMO LA NOCHE ANTERIOR, Y LUEGO A DESCANSAR.
ESCUCHE, DONDE HABÍAN GUARDADO LAS OFRENDAS, QUIEN LAS CUIDARÍA, Y A QUE HORA LAS LLEVARÍAN.
AL LEVANTARME AYUDE EN LOS QUEHACERES DE LA CASA, Y PREGUNTE SI PODÍA IR CON ELLOS A SUS CEREMONIA, ME DIJERON QUE NO QUE LOS ESPÍRITUS SE  LOS HABÍAN PROHIBIDO.
CON LA ESCUSA DE RECOLECTAR HIERVAS, SALÍ , ME ADELANTE A LOS POBLADORES, Y ME INTERNE EN EL BOSQUE, YA HABÍA PREPARADO DE ANTEMANO TODO MI PLAN.
CUANDO LOS POBRES ALDEANOS SE ACERCARON CON LAS OFRENDAS Y LA CARROZA SE HIZO PRESENTE, ME DESLICE POR DEBAJO, Y PRENDÍ UNA MEZCLA DE HIERVAS, QUE INTRODUJE POR EL AGUJERO QUE HABÍA ECHO DEBAJO, JUSTO DONDE ESTABAN LOS QUE MANEJABAN EL FUEGO. CON EL HUMO DE ESAS HIERBAS SE DURMIERON; COSA QUE ME DABA VENTAJA. LUEGO LOS SEGUÍ POR DETRÁS, Y  ATANDO UNAS RAMAS Y UNAS ENREDADERAS LES CORTE LA RETIRADA, EN UN LUGAR DONDE HABÍA DOS ARBOLES, POR DONDE LA CARROZA QUE HACIA LAS VECES DE DEMONIO PASABA JUSTO. SOLO QUEDABA UNA COSA POR HACER. ENFRENTARLOS...

ME ACERQUE A LA ROCA QUE HACIA LAS VECES DE ALTAR Y SUBÍ A UN ÁRBOL VECINO, CUANDO LOS ALDEANOS PUSIERON TODOS LAS OFRENDAS EN LA ROCA, Y SE PUSIERON DE RODILLA CON LA FRENTE EN EL PISO PARA ORAR ,  EL SUPUESTO DEMONIO ESTABA POR TOMARLAS, EN ESE MOMENTO SALTE DESDE EL ÁRBOL, SOBRE LA ROCA GRITANDO " A MI ME ENSEÑARON, QUE SI QUIERES UNA OFRENDA DEBES GANÁRTELA, QUE TIPO DE ESPÍRITU EXIGE OFRENDAS Y NO DA NADA A CAMBIO". 
AL ESCUCHAR ESTO LOS ALDEANOS, SE INCLINARON MAS TODAVÍA, Y GRITABAN QUE NO ME CONOCÍAN QUE LOS PERDONE, MIENTRAS SE CHOCABAN LA FRENTE EN EL PISO.  DE DENTRO DEL CARRO SE ESCUCHO UNA VOZ CAVERNOSA, "¿QUIEN ES EL INSOLENTE QUE OFENDE MIS OFRENDAS? ¿ SABES CON QUIEN ESTAS TRATANDO?; NO LE CONTESTE, PERO ESTOY SEGURO DE QUE NO MERECES ESAS OFRENDAS Y QUE TAMPOCO ERES UN ESPÍRITU. ¡¡¡ ES UN DEMONIO DE FUEGO !!!  GRITARON LOS ALDEANOS. JAJAJAJA REÍ,  ¿NO SE DAN CUENTA QUE SON IMPOSTORES LES DIJE?.
IMPOSTORES, DIJO LA VOZ, CUANDO ESTÉS, CALCINADO TE DARÁS CUENTA QUE NO LO SOMOS. PASARON UNOS SEGUNDOS, Y NO HUBO FUEGO, NI MOVIMIENTOS, NI MUESTRA DE ENERGÍA ALGUNA. EN EL SILENCIO SE ESCUCHO. IDIOTAS DIJE FUEGO. SONREÍ, ESCUCHARON GRITE A LOS ALDEANOS, AL DEMONIO SE LA ACABO EL FUEGO. 
LEVANTANDO LA CABEZA TODOS A LA VEZ, ME MIRARON, Y DIJERON, SI ESCUCHAMOS. Y SE PARARON DETRÁS DE MI, ESO ME ENVALENTONO, Y SALTE SOBRE LA CABEZA DEL DEMONIO, (YA LA HABÍA RECORTADO PARA PODERLA ARRANCAR) PEGUE UN TIRÓN Y SALIO Y SE VIO QUIEN LA MANEJABA. AL VERSE DESCUBIERTOS, SE DIERON A LA RETIRADA. CORRIENDO SENDERO ARRIBA CON CARROZA Y TODO. MIENTRAS LOS ALDEANOS LOS PERSEGUÍAN. YO ME PELEABA, CON EL JEFE. NOS CAÍMOS DE LA CARROZA Y SEGUIMOS EN EL PISO. PERO, CUANDO NOS PUSIMOS DE PIE, LE AMAGUE VARIAS VECES A PEGARLE POR DERECHA Y LUEGO DE PATEARLE LOS TOBILLOS, LE PEGUE EN EL MENTÓN COSA QUE LO TIRO AL PISO. YA EN EL PISO LO TENIA PARA MATARLO CON MI DAGA, ME SUPLICO NO ME MATES Y SERÉ TU ESCLAVO PARA SIEMPRE. EN SUS OJOS VI, QUE PODÍA CONFIAR EN EL. LO AMARRE A UN ÁRBOL, POR EL MOMENTO Y LUEGO FUI TRAS LA CARROZA. CUANDO LLEGUE, LOS OTROS YA HABÍAN SIDO APRESADOS POR LOS ALDEANOS. 
ESTABA OSCURECIENDO. ENTONCES DECIDIMOS LLEVARLOS A LA ALDEA. Y VER ALI QUE HACÍAMOS CON ELLOS. LA CARA DEL ANCIANO, NO TENIA DESPERDICIO. NO ENTRABA EN SU CUERPO POR EL EGO. Y LO UNICO QUE SE LE ESCUCHO DECIR TODA LA NOCHE FUE, YO LES DIJE, Y SE REÍA . 
FUIMOS A DORMIR, MAÑANA SABREMOS QUIEN SON ESOS HOMBRES Y QUE HACER CON ELLOS.....