sábado, 30 de marzo de 2013

De un maestro como Arlt..

SOLILOQUIO DEL SOLTERON

Me miro el dedo gordo del pie, y gozo.
Gozo porque nadie me molesta. Igual que una tortuga, a la mañana,
saco la cabeza debajo la caparazón de mis colchas y me digo, sabrosamente,
moviendo el dedo gordo del pie:
-Nadie me molesta. Vivo solo, tranquilo y gordo como un archipreste
glotón.
Mi camita es honesta, de una plaza y gracias. Podría usarla sin reparo
ninguno el Papa o el arzobispo.
A las ocho de la mañana entra a mi cuarto la patrona de la pensión,
una señora gorda, sosegada y maternal. Me da dos palmaditas en la espalda
y me pone junto al velador la taza de café con leche y pan con
manteca. Mi patrona me respeta y considera. Mi patrona tiene un loro
que dice: "¡Ajuá! ¿Te fuiste? Que te vaya bien", y el loro y la patrona me
consuelan de que la vida sea ingrata para otros, que tienen mujer y, además
de mujer, una caterva de hijos.
Soy dulcemente egoísta y no me parece mal.
Trabajo lo indispensable para vivir, sin tener que gorrear a nadie, y
soy pacífico, tímido y solitario. No creo en los hombres, y menos en las
mujeres, mas esta convicción no me impide buscar a veces el trato de
ellas, porque la experiencia se afina en su roce, y además no hay mujer,
por mala que sea, que no nos haga indirectamente algún bien.
Me gustan las muchachitas que se ganan la vida. Son las únicas mu-jeres
que provocan en mí un respeto extraordinario, a pesar de que no
siempre son un encanto. Pero me gustan porque afirman un sentimiento
de independencia, que es el sentido interior que rige mi vida.
Más me gustan todavía las mujeres que no se pintan. Las que se lavan
la cara, y con el cabello húmedo, salen a la calle, causando una sensación
de limpieza interior y exterior que haría que uno, sin escrúpulos de ninguna
clase, les besara encantado los pies.
No me gustan los chicos, sino excepcionalmente. En todo chiquillo, casi
siempre se descubren fisonómicamente los rastros de las pillerías de
los padres, de manera que sólo me agradan a la distancia y cuando pienso
artificialmente con el pensamiento de los demás que coinciden en decir:
"¡Qué chicos, son un encanto!", aunque es mentira.
Me baño todos los días en invierno y verano. Tener el cuerpo limpio
me parece que es el comienzo de la higiene mental.
Creo en el amor cuando estoy triste, cuando estoy contento miro a
ciertas mujeres como si fueran mis hermanas, y me agradaría tener el po-
der de hacerlas felices, aunque no se me oculta que tal pensamiento es
un disparate, pues si es imposible que un hombre haga feliz a una sola
mujer, menos todavía a todas.
He tenido varias novias, y en ellas descubrí únicamente el interés de
casarse, cierto es que dijeron quererme, pero luego quisieron también a
otros, lo cual demuestra que la naturaleza humana es sumamente inestable,
aunque sus actos quieran inspirarse en sentimientos eternos. Y por
eso no me casé con ninguna.
Personas que me conocen poco dicen que soy un cínico; en verdad, soy
un hombre tímido y tranquilo, que en vez de atenerse a las apariencias
busca la verdad, porque la verdad puede ser la única guía del vivir
honrado.
Mucha gente ha tratado de convencerme de que formara un hogar; al
final descubrí que ellos serían muy felices si pudieran no tener hogar.
Soy servicial en la medida de lo posible y cuando mi egoísmo no se resiente
mucho, aunque me he dado cuenta que el alma de los hombres está
constituida de tal manera, que más pronto olvidan el bien que se les ha
hecho que el mal que no se les causó.
Como todos los seres. humanos he localizado muchas mezquindades
en mí y más me agradaría no tener ninguna, mas al final me he convencido
que un hombre sin defectos sería inaguantable, porque jamás le daría
motivo a sus prójimos para hablar mal de él, y lo único que nunca se le
perdona a un hombre, es su perfección.
Hay días que me despierto con un sentimiento de dulzura floreciendo
en mi corazón. Entonces me hago escrupulosamente el nudo de la corbata
y salgo a la calle, y miro amorosamente las curvas de las mujeres. Y
doy las gracias a Dios por haber fabricado un bicho tan lindo, que con su
sola presencia nos enternece los sentidos y nos hace olvidar todo lo que
hemos aprendido a costa del dolor.
Si estoy de buen humor, compro un diario y me entero de lo que pasa
en el mundo, y siempre me convenzo de que es inútil que progrese la
ciencia de los hombres si continúan manteniendo duro y agrio su corazón
como era el corazón de los seres humanos hace mil años.
Al anochecer vuelvo a mi cuartujo de cenobita, y mientras espero que
la sirvienta -una chica muy bruta y muy irritable- ponga la mesa, "sotto
voce" canturreo Una furtiva lágrima, o sino Addio del passato o Bei giorni
ridenti… Y mi corazón se anega de una paz maravillosa, y no me arrepiento
de haber nacido.
No tengo parientes, y como respeto la belleza y detesto la des-composición,
me he inscripto en la sociedad de cremaciones para que el día que
yo muera el fuego me consuma y quede de mí, como único rastro de mi
limpio paso sobre la tierra, unas puras cenizas.
                                                                         ROBERTO ARLT...